viernes, 18 de septiembre de 2015

No es la Eterna Historia de Cenicienta - Capítulo 1.


Capítulo 1

“Érase un gentil-hombre que casó en segundas nupcias con una mujer altiva y huraña como otra no haya habido. Tenía dos hijas, como ella orgullosas y que en todo se le asemejaban. El esposo tenía una hija, cuya dulzura y bondad nadie aventajaba; cualidades que asemejaban las de su difunta madre, que fue buena entre las buena.

Apenas celebradas las bodas, la madrastra hizo pesar su pésimo carácter sobre la joven, cuyas buenas cualidades no podía sufrir, tanto menos cuanto comparadas con las de sus hijas, éstas aparecían más despreciables. Encargole las más humildes faenas de la casa; debía fregar los platos y los chismes todos de la cocina, barría los cuartos de la señora y de sus dos hijas; dormía en el granero y en un mal jergón, mientras sus hermanas estaban en habitaciones bien amuebladas, tenían camas lujosas y grandes espejos, en los que se veían de la cabeza a los pies. La desdichada sufría con paciencia y no osaba quejarse a su padre, quien la hubiera reñido, pues estaba dominado por su mujer...”

Ya estaba en cuarto año de primaria y como trabajo final, la profesora Amor, nos dejo como tarea leer y hacer una reseña del famoso cuento de “La Cenicienta”, algo que no me agradaba del todo, eso de los cuentos de hadas me aburría yo ya no estaba grande para andar creyendo en cuentos, yo prefería leer a Shakespeare, que me hizo conocer mi madre, un año ante que pareciera, mi madre nunca me hablo de cuentos de hadas, siempre me decía las cosas como son, pero esta profesora, que era puro dulzura y amor, todos mis compañeros la querían, era una cuarentona separada, con tres hijos tan dulces como ella, todo ella lo veía bonito, un día me descubrió con un libro de Shakespeare, Macbeth, ella me lo quito me dijo que mejor debía leer Romeo y Julieta que hablaban del amor, para no desairarla, empezó a usar la portada del Romeo y Julieta y ponía debajo el otro libro, así ya la profesora, no me molestaría.

Para mi la profesora Amor, era como la madrastra de Cenicienta, la odiaba en secreto, yo me identificaba con la pérdida de Cenicienta, extrañaba a mi madre, la nueva esposa de mi padre, no teníamos relación, ella no le intentaba ni yo, estábamos bien así, cuando se casaron, me sentí triste, por mi madre, pero más me sentí como Hamlet, aunque no apareció mi madre, pidiendo que mate a mi madrastra.

Ella no vive todo el tiempo con nosotros a veces se queda, a veces no, paga los gastos a medias con mi padre, incluso mi escuela, es una madrastra moderna, una de las cosas que admiro al igual que su elegancia, jamás me obligó a hacer tareas domésticas, será porque ella tampoco las hacía, si lo hubiera hecho jamás sería tan tonta como La Cenicienta para obedecerla servilmente.

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