Capítulo 5
De ratas, ratones y principes
“Fuese luego en busca de la ratonera, donde halló seis ratones, todos vivos. Dijo a la Cenicienta que levantara un poquito la trampa, y cuando salía uno, le daba un golpecito con su varilla, transformándose inmediatamente el ratón en un soberbio caballo; de modo que reunió un magnífico tiro de seis corceles de un hermoso gris de rata que admiraba.
Pensando estaba de qué haría un cochero, cuando la Cenicienta dijo:
-Veré si ha quedado algún ratón en la ratonera y le convertiremos en cochero.
-Buena idea, contestole. Ve a mirarlo.
La Cenicienta volvió con la ratonera en la que había tres grandes ratas. La Hada escogió una entre las tres, dándole la preferencia por su barba; y habiéndola tocado con la varilla, se transformó en un fornido cochero con gruesos bigotes.
Luego le dijo:
-Ve al jardín y tráeme seis lagartos que encontrarás detrás de la regadera.
Así lo hizo, y en el acto su madrina convirtió los lagartos en otros tantos lacayos, que inmediatamente subieron a la carroza con sus libreas galoneadas, manteniéndose firmes como si en su vida hubiesen hecho otra cosa.
La Hada dijo entonces a la Cenicienta:
-¡Vaya!, ya tienes lo necesario para ir al baile. ¿Estás contenta?
Sí, madrina; pero, ¿iré al baile con mi feo vestido?
Su madrina tocola con la varita y sus ropas se convirtieron en vestidos de oro y seda recamados de pedrería. Luego le dio unas chinelas de cristal, las más lindas que humanos ojos hayan visto. Subió la Cenicienta a la carroza y su madrina le recomendó con mucho empeño que saliese del baile antes de medianoche, advirtiéndola que si permanecía en él un momento más, la carroza volvería a convertirse en calabaza, los caballos en ratones, los lacayos en lagartos y sus hermosos vestidos tomarían la primitiva forma que tenían.
Después de haber prometido a su madrina que se retiraría del baile antes de medianoche, fuese llena de alegría. Diose aviso al hijo del rey de que acababa de llegar una gran princesa desconocida y corrió a recibirla. Le dio la mano para que bajara de la carroza y llevola al salón donde estaban los convidados. A su entrada reinó un gran silencio, cesaron todos de bailar y pararon los violines, tanta fue la impresión producida por la extraordinaria belleza de la desconocida y tan grande el deseo de contemplarla. Sólo se oía el confuso murmullo producido por esta exclamación que salía de todos los labios.
-¡Qué hermosa es!
El mismo rey, a pesar de su vejez, no se cansaba de mirarla y decía en voz baja a la reina que hacía mucho tiempo que no había visto una mujer tan bella y amable. Todas las damas estaban absortas en la contemplación de su tocado y vestidos con el propósito de tener otros iguales al día siguiente, sí bien dudaban encontrar telas tan bellas y modistas hábiles para hacerlos.
El hijo del rey llevola al puesto más distinguido y luego la invitó a danzar. Bailó con tanta gracia que aun la admiraron más. Sirviose un espléndido refresco, pero nada probó el joven príncipe, pues sólo pensaba en mirarla. La Cenicienta fue a sentarse al lado de sus hermanas, con quienes mostrose muy amable, dándoles naranjas y limones de los que el príncipe le había ofrecido, lo que las admiró mucho, porque no la conocieron.
Mientras estaban hablando, la Cenicienta oyó que el reloj daba las doce menos cuarto. Hizo una gran reverencia a los asistentes y se fue tan deprisa como pudo.”
Llegó el día para conocer al Príncipe Azul y el ensayo de baile con los niños, quien mas que otro blanquito y rubiecito como la Cenicienta, pero lo más sorprendente, fue el Príncipe de Serracenicienta, era un niño odioso que le puse el apodo, en verdad no entendía cómo le pudo gustar, incluso yo lo apode Raticiento, se hizo el sorteo, para ver las parejas, encima a mi, me toco con ese niño odioso, que no sabía bailar, encima me pisaba los zapatillas, note con mi amiga estaba incómoda, y hasta algo celosa, me lo dijo al salir del ensayo, otra vez volvimos a pelear.
Pasó varias semanas de pisotones, hasta que no pude aguantar más, delante de todos, levanté la mano, para que el ensayo se detuviera, todos sorprendidos, la Profesora Amor, preguntó ¿ cuál era el problema ? le informé que estaba cansada de tantos pisotones que me daba mi compañero de baile, que pedía me cambien de compañero sino no iba a participar de la obra, la profesora me miró con cara de madrastra, suspiro, y se detuvo a pensar en un momento, todos estaban sorprendidos y cuchicheaban, La Serracenicienta también estaba sorprendida, miraba con ganas de que ella fuera la elegida como nueva compañera del Raticiento, grande fue nuestra sorpresa, cuando el Principe Azul, indico que no les molestaría cambiar de pareja si a Cenicienta esto lo molestaba, ella con un gesto de resignación acepto, porque parece que le gustaba el Principe y haria lo que fuera por él, fue así como Raticiento por un momento paso a ser Principe, y el Principe se convirtió en mi ratón, me sentía rara, nos mantuvimos en silencio en ese primer baile, pero bailar con él era diferente, pero lo mas divertido era que la Cenicienta se quejaba de los pisotones, la profesora le pidió que se quedará observando al Príncipe para que supiera cómo debía bailar. De pronto el Principe me espero hasta el final del ensayo, me dijo si podía acompañarme a mi casa, acepto, me dijo que le agradaba mi manera de ser, de decir las cosas directamente, me sonroje, me dijo si podíamos ser amigos, le dije que no habría ningún problema, ansiaba contárselo a la Serracenicienta, pero ya no me hablaba con ella, así que puse a pensar cómo recuperar su amistad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario